José Miguel Cortázar
La calidad de la educación universitaria venezolana
La diáspora de Venezuela ha evidenciado la calidad del talento humano que sus universidades contribuyeron a formar, el cual no sólo se ha integrado en sus nuevos entornos, sino que destaca en ellos, incluso en países desarrollados, por su desempeño intelectual y profesional.
Pero, pese al legítimo orgullo que induce esa comprobación, no puede ignorarse que nuestra educación superior vive una crisis que ha abatido a universidades que hasta 2012 fueron reconocidas entre las primeras de América Latina.
Si la universidad venezolana debe dar soporte a un nuevo estilo de desarrollo, sus proyectos de reforma deben comprender la crisis en sus causas; deben considerar las tensiones que resultan de cómo se integran en ellas los principios de autoridad y coordinación; y deben ser concebidos en sintonía con los cambios que están en marcha en el mundo, en el modo de producir y gestionar el conocimiento.
Las causas de la crisis y los espacios que ellas dejan para una reforma transformadora
Una reforma universitaria alineada con los cambios mundiales en marcha, que apoye a un nuevo estilo de desarrollo, sólo puede iniciarse resolviendo antes la crisis, y la solución de la crisis no puede comenzar mientras persistan sus causas fundamentales, que han sido acciones concebidas y realizadas sistemáticamente a lo largo de veinticinco años desde el Estado, bajo la égida del régimen político actual.
La crisis universitaria se agudizó en los últimos diez años con el desplome de toda la economía, pero sus orígenes estuvieron en tres estrategias que implementó el gobierno contra las universidades públicas autónomas a inicios del siglo XXI, vista la incapacidad que tenía de tomar el control político de las instituciones más emblemáticas, o de doblegar la resistencia que ellas oponían a su pretensión de limitar la libertad de pensamiento.
La primera estrategia, basada en campañas violentas de activistas pro gobierno, que agredían a estudiantes y profesores y destruían activos en los campus, se mantuvo entre 2002 y 2009. La segunda, de acoso presupuestario, se inició en la primera década del siglo XXI y se ha profundizado desde entonces; y la tercera, también sostenida por más de veinte años, ha intentado desacreditar en la sociedad a la academia y a la investigación; y banalizar el conocimiento en los idearios educativos.
El acoso presupuestario ha sido tal, que llevó a las universidades públicas autónomas a la postración. Tomando como ejemplo a la UCV, partiendo de un índice 100 en el año 2000, su presupuesto real, es decir, descontada la inflación, se había reducido a 49,3 para el año 2014, y para 2024 era de apenas 4,5.
La estrategia de descrédito se convirtió en parte fundamental del discurso del gobierno, y ha generado graves daños a la educación en general. La búsqueda de la calidad y la excelencia en la educación ha sido calificada de desviación pequeño – burguesa y erradicada del ideario educativo; los científicos fueron denigrados, incluso en declaraciones de un ministro de Ciencia y Tecnología, quien llegó a calificar a los investigadores de ciencias básicas como “ratas blancas” en alusión a sus atuendos de laboratorio; y evidencias documentales demuestran cómo el gobierno ha ido deconstruyendo significados relacionados con la educación superior.
Finalmente, la deserción, la pérdida del nivel de preparación de los alumnos y el empobrecimiento de los docentes de la educación básica y media, los más graves de los últimos setenta años, son hoy otro componente de la crisis universitaria.
En fin, dado que el paradigma de la educación que tiene el régimen político venezolano es contrario a la excelencia, a la autonomía y al pensamiento libre de la universidad, no es de esperar que él cese en sus esfuerzos por desaparecerla.
La autoridad y la coordinación: ¿Dónde están nuestras universidades?
Siguiendo a Clark (1983) y Brunner (2000),[7] los modelos de universidades pueden caracterizarse en función de cómo integran y balancean, por una parte, la coordinación entre Estado y Mercado, y por la otra la Autoridad Estatal y la Autonomía Universitaria.
En cuanto a coordinación, los modelos nacionales de todo el mundo varían entre sistemas altamente centralizados y controlados por el Estado, como el francés, y aquellos que responden más al mercado, como el estadounidense. En términos de autoridad, históricamente las universidades han ejercido el poder derivado del conocimiento (studium), lo que ha consolidado la primacía del saber en los imaginarios de sus comunidades.
Los sistemas de América Latina emergieron bajo coordinación estatal, conciliando la autoridad del Estado como agente promotor de la expansión educativa, con el principio de autonomía universitaria, aunque este último ha sido objeto de constantes disputas y amenazas a lo largo de la historia.
En Venezuela coexisten desde hace más de setenta años universidades privadas y públicas, y, según la combinación particular que hacen ellas de los cuatro polos comentados, y de sus capacidades, se las puede catalogar hoy en cuatro clases.
En primer lugar, varias universidades públicas no gozan de autonomía, están dedicadas principalmente a ideologizar jóvenes pertenecientes a sectores desfavorecidos de la sociedad, y mantienen estándares muy reducidos de calidad.
Por otro lado, universidades públicas que históricamente fueron reconocidas entre las primeras de America Latina, luchan por preservar su autonomía enfrentando condiciones materiales de funcionamiento muy adversas y una drástica reducción de sus poblaciones estudiantiles. Una de ellas ya ha sufrido la intervención directa del gobierno, que ha impuesto autoridades no elegidas por la comunidad académica, con el propósito aparente de desarticular las estructuras previas.
Entre las universidades privadas, una primera clase está integrada por centros que se esfuerzan por mantener altos estándares de calidad y ocupan espacios que las universidades públicas han ido cediendo, y algunas de ellas avanzan hacia su internacionalización como proveedores de educación superior; y, una segunda clase, comprende universidades en estado de sobrevivencia debido a las dificultades económicas que enfrenta la población para costear la matrícula.
Desafíos y transformaciones necesarias de la universidad venezolana
El mundo vive cambios disruptivos en la producción, la generación y la socialización del conocimiento; los avances científicos y tecnológicos han marcado un punto de inflexión en todos los procesos sociales y, en lo que atañe más directamente a los fines y el funcionamiento de la educación superior, afectan sensiblemente la circulación de información y los sistemas de enseñanza-aprendizaje.
En ese contexto, la universidad venezolana, en adición a superar las causas de su crisis, se enfrentará a cuatro desafíos cuyas vías de solución se entrecruzan.
El primero es incorporar los avances de las neurociencias en los métodos de enseñanza-aprendizaje de la universidad, que hoy no están en sintonía con la manera en que el cerebro aprende, y recuperar lecciones que ofrecen los principios de la pedagogía del aprendizaje significativo,[8] para aplicar unos y otros en diseños curriculares y métodos pedagógicos que fomenten la interconexión entre ciencia, humanidades y valores ciudadanos, promoviendo la comprensión profunda de los diversos campos para lograr una formación universitaria integral.
Cabe señalar que este planteamiento no persigue el ideal renacentista de un individuo multidimensional, que ya no es posible ni deseable debido al crecimiento exponencial que experimenta el conocimiento. La interdisciplinariedad, lejos de verse como una yuxtaposición de conceptos o temas, debe concebirse de manera estructurada para evitar que las materias sigan funcionando como compartimentos estancos que impiden aprehender realidades complejas y confunden al estudiante.
El segundo es la digitalización de la educación superior en ámbitos, contenidos y métodos, porque hoy y en el futuro, sólo quienes desarrollen competencias y habilidades en el empleo de tecnologías digitales tendrán capacidades de desempeño. Más aún, toda la educación venezolana, incluida la universidad, debe contribuir a que los alumnos del sistema escolar y la mayoría de los adultos de Venezuela superen el analfabetismo digital en que están.
El tercer desafío es superar deficiencias y lagunas en competencias básicas de los estudiantes, específicamente, en comprensión lectora y habilidades numéricas, que año tras año se incrementan en las cohortes que ingresan a la educación superior, y están presentes también entre profesionales egresados de pregrado y posgrado.
Y el cuarto reto es hacer más eficaz a la universidad en el fomento del pensamiento crítico, la formación humanística y en la promoción de valores. Lejos de reducir los esfuerzos en esta vía a cambio de enfatizar competencias tecnológicas, los resultados en ella deben elevarse, porque se debe fortalecer la capacidad crítica y la cultura de la libertad, la democracia y la cohesión en los universitarios, ante el bombardeo, tanto de desinformación como de conocimiento legítimo, al que están sometidos día tras día.
Tres conclusiones cierran esta discusión sobre los cuatro retos fundamentales, las cuales reiteran que las soluciones a esos desafíos se entrecruzan:
- Las reformas curriculares deben orientarse al aprendizaje apoyado en problemas, con ejes transversales basados en temas que las sociedades de todo el mundo deben abordar, entre otros la sostenibilidad global, la complejidad de las relaciones interculturales y las tensiones geopolíticas mundiales, con un enfoque interdisciplinario en el que todas contribuyan a la comprensión de la realidad;
- Venezuela debe aprovechar lecciones de experiencias exitosas de alfabetización digital, como la que inició Singapur desde el año 2020, la cual, según la UNESCO, condujo a una mejoría importante de este país en las pruebas PISA que evalúan las competencias de los escolares en matemáticas, lenguaje y ciencias; y
- La UNESCO (2021) plantea la necesidad de un nuevo contrato social que impulse la transformación de la educación. Su llamado destaca que el modelo que permitió universalizar y diversificar la enseñanza a nivel global no puede permanecer inmutable ante los avances tecnológicos, y que son necesarias modificaciones estructurales que no solo desarrollen habilidades y destrezas, sino también nuevas actitudes y formas de aprendizaje.
Una reflexión final
Asumir con éxito un nuevo estilo de desarrollo que recupere para los venezolanos el porvenir, requerirá superar la crisis que viven su universidad y todo su sistema educativo, y basar el futuro de ambos en la excelencia en el conocimiento y en la ética de la libertad. Dos sencillas frases comunican la verdad en la que se sustenta esta afirmación.
La primera es de David Card, laureado con el premio nobel de economía en 2021:
…. La historia demuestra que la educación precede a la prosperidad…
Y la segunda es de un cartel en la fachada de una escuela pública de Barcelona:
… Aquí se enseña a pensar, no qué pensar…
En otras palabras, para devastar un país, basta con destruir su educación, y si se busca avasallar a su sociedad, la educación solo dará cabida a un único pensamiento.
Venezuela es testimonio vivo de esta realidad.
[7] Clark, B.R. (1983). The Higher Education System: Organization in Cross-National Perspective; disponible en The Higher Education System; Brunner, J.J. (2000). “América Latina”. En Brunner, J.J., & Bricall, J. (2000); disponible en: Universidad Siglo XXI: Europa y América Latina.
[8] Los principios de relevancia, organización, motivación, experiencia activa y contexto. Asubel, David (2000) The Acquisition and Retention of Knowledge: A Cognitive View. Disponible en https://link.springer.com/book/10.1007/978-94-015-9454-7
